viernes, 19 de abril de 2013

LOS INDIOS Y LA FRONTERA EN EL BRASIL COLONIAL


Leslie Bethell, Historia de America Latina

RESUMEN CAPITULO 7
El noreste

La frontera india en el noreste —el interior de Pernambuco, Paraíba, Rio Grande do Norte y Ceará— seguía una pauta parecida a la de Bahía y el valle del Sao Francisco. En el siglo xvi las tribus tupí del litoral atlántico fueron consumidas y destruidas por la guerra, las enfermedades importadas y el trabajo forzoso en las plantaciones de caña de azúcar. La frontera se desplazó entonces hacia el interior y llegó a los territorios de las tribus tapuyas, a la vez que la caña de azúcar retrocedía ante el ganado en el seco sertáo. Estallaron los habituales conflictos entre los ganaderos ricos y las tribus indias, conflictos cuya causa era la tierra. Pero en un aspecto a los indios les resultó más fácil adaptarse a una sociedad basada en la ganadería: preferían el trabajo duro, solitario y móvil de los vaqueros a la labor ignominiosa y deslomadora de las plantaciones de azúcar.
Dos factores hacían que el noreste fuese diferente de Bahía en lo que se refiere a los asuntos indios.
Uno era la intrusión de otras potencias —Francia y luego Holanda— y los intentos de naciones europeas rivales de manipular a los aliados indios.
El otro factor era la existencia en el noreste de pueblos nativos numerosos y cohesivos.
El hecho de que Pernambuco fuese la más próspera de las capitanías que los portugueses crearon en Brasil durante la década de 1540 se debió a que la región era idónea para plantar caña de azúcar.
Cuando los franceses hicieron su último intento de colonizar Brasil con el desembarco de colonizadores, habían llegado en tres barcos a la isla de Maranháo en 1612, los portugueses, que no habían conseguido fundar asentamientos allí, acabaron rápidamente con la amenaza. Los franceses intentaron ganarse el apoyo de los tupinambá de Maranháo, pero no podían competir con la habilidad militar de los portugueses y sus alianzas con los indios.  En 1614, aniquilaron a un contingente más nutrido y mejor pertrechado de franceses e indios tupinambá; y, antes de que transcurriera un año, los franceses se habían ido para siempre.
Sin embargo, esta expansión se vio retrasada durante un cuarto de siglo por el advenimiento de otra potencia europea: Holanda. Las guerras contra los holandeses (1624-1654) detuvieron la expansión hacia el interior del noreste y aumentaron la importancia de las tribus indias que vivían en las regiones disputadas. Ambas potencias europeas utilizaron tropas indias en sus batallas y ambas consideraban que las buenas relaciones con los indios eran importantes para hacerse con el control de la región. Las luchas entre portugueses y holandeses fueron en parte una guerra de religión, lo cual significó que los misioneros católicos y protestantes redoblaron sus esfuerzos por convertir a las tribus y contar con su apoyo en los combates.
Los indios respondieron con más entusiasmo al gran gobernador holandés del Brasil, el conde Juan Mauricio de Nassau. El conde Mauricio sentía un afecto sincero por los indios y escribió a sus superiores diciéndoles que la tranquilidad y la conservación de la colonia de Brasil dependen en parte de la amistad de los indios. Teniendo esto presente, se les debería permitir que gozaran de su libertad natural. Deberían darse órdenes en el sentido de que sus administradores no los ofendan, que no se les alquile por dinero ni se les obligue a trabajar en ingenios de azúcar contra su voluntad. Al contrario, a cada uno de ellos se les debería permitir que viva del modo que él entiende y trabaje donde desee.
Cuando Juan Mauricio fue llamado a su país en 1644 una multitud de indios insistió en acompañarle hasta el barco y exigió que la llevara con él a Holanda. Un año después, en abril de 1645, las autoridades holandesas organizaron una asamblea de jefes de las 20 aldeas indias situadas bajo su gobierno. Los indios se mostraron dóciles, pero pidieron encarecidamente que su libertad fuera respetada en la práctica y no sólo en teoría o sobre el papel. La asamblea fue un caso único en la historia de Brasil: hasta finales del siglo xx no se ha celebrado una reunión comparable de líderes tribales en el Brasil ocupado por los europeos.
A pesar de sus buenas intenciones y de su deseo de ganarse la lealtad de los indios, los holandeses apenas eran mejores que los portugueses en lo referente a forzar a los indios a trabajar por un salario irrisorio, que consistía en piezas de paño de algodón. Pretendieron imponer su religión protestante y extirpar las prácticas paganas con tanta vehemencia como los portugueses. También, sin quererlo, trajeron enfermedades mortales como, por ejemplo, la viruela y el sarampión, que hicieron estragos en la colonia. A causa de ello, cuando los holandeses empezaron a sufrir derrotas, la mayoría de los indios se volvieron contra ellos.
Con la expulsión de los holandeses, Brasil nunca más volvió a verse seriamente amenazado por una invasión de rivales europeos. Los colonizadores del noreste, por lo tanto, pudieron empujar su frontera hacia el interior durante la segunda mitad del siglo XVII. Esa frontera se parecía a la del hinterland de Bahía: vastas extensiones de sertáo yermo que sólo servía para criar ganado.

Amazonas:

Geográficamente no es una zona de fácil acceso, principalmente por tres factores: Los vientos, las corrientes contrarias y  la elevación del fondo del mar (del  Maranhão había mucha dificultad para ir hacia el sur -bahía-).  La vida dependía  de la pezca, la caza, el cacao, la resina. No era rentable el trabajo de Africanos, por la poca productividad de la zona y en parte porque el territorio era mejor conocido por los indígenas.
En esta zona la frontera se desarrollo de modo diferente al resto de  Brasil. Donde los límites se encontraban fuera del tratado de Tordesillas, considerándose territorio Español.
Todos los intentos de colonización en  el siglo XVI del Maranhão  fracasaron y fueron en mayor parte expediciones (de Portugal y España).
 En 1616 los portugueses fundaron fortín (Belem) a orillas del rio Pará que forma la desembocadura meridional de Amazonas.  En este territorio habitaban  los Tupinambá, librándose varias luchas, que junto a las epidemias dejaron la región despoblada.  Muchas de estas tribus fueron llevadas a Belem, siendo sometidos al trabajo.
Durante la unión de las coronas  Española-Portuguesa (1580 – 1640)  Maciel Parente en 1637  fue autorizado por el rey a realizar una expedición en Amazonas rio arriba. Esta expedición tuvo gran importancia geopolítica en la configuración de la frontera brasileña (colocando mojones portugueses en todo el territorio) a  2400Km de Tordesillas. Sometiendo a las tribus del noroeste.
Los Jesuitas que estaban en la región de Pará  en 1653  representados por Antonio Viera  (jesuita nacido en Brasil), confidente  de Juan IV de Portugal, quedo horrorizado al ver las condiciones  que se encontraban los indios y condeno a los colonizadores que los tuviesen de esclavos. En 1655 una vez en Portugal, Viera  persuadió al rey para  promulgar nuevas leyes contra la esclavitud. Confiriéndole a los jesuitas  la tarea de traer a los indios  por medios pacíficos  e instalarlos en poblados misionales  bajo su control. Actividad de no mucho éxito, ya que muchos indígenas murieron durante el viaje.
Los colonizadores disgustados desahogaron su frustración con los jesuitas que no le proveían mano de obra. Viera y la mayoría de sus hombres  fueron detenidos y mandados a Portugal.
Luego de la expulsión de los jesuitas se instalaron repartidores laicos, hasta que en 1680 se promulgo la “ley liberal” otorgando tierras a los indios.
En 1693 la totalidad de la región fue dividida entre las órdenes religiosas a efectos misionales (Jesuitas, Carmelitas, Franciscanos  y Mercedarios)  siguiendo la política  de crear aldeas a lo largo de los ríos. Política nueva que permitió la presencia portuguesa a lo largo del  Amazonas, el Solimoes y Negro. El tratado de Madrid (1750) anulo la línea de Tordesillas  y concedió mayor parte de la cuenca del Amazonas  al Brasil Portugués. 


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