martes, 12 de noviembre de 2013

La Conquista de México: el combate final

conquista_de_mexico / Ilustración: Leonid Nepomniachi

Por: Eduardo Matos Moctezuma

El reconocido investigador Eduardo Matos Moctezuma nos ofrece una mirada al último asalto que sufrió México-Tenochtitlan y su gemela Tlatelolco en manos del capitán Hernán Cortés el 13 de agosto de 1521.



La conquista de México enfrentó dos formas diferentes de concebir el universo. Fue el encuentro de dos intenciones, de dos distintos modos de pensar, de dos sociedades que tenían su particular manera de entender el mundo que los rodeaba. Si, por un lado, España estaba en plena expansión después del descubrimiento de América, lo que llevaba a muchos a tratar de encontrar el oro y la gloria valiéndose de la espada y la cruz, América también descubría a España, sufriendo en carne propia la destrucción de sus milenarias costumbres y la imposición de nuevas formas de vida que le eran ajenas. Así, en el caso de México, a la imposición militar siguió la lucha ideológica, que derribó ídolos y destruyó templos en su afán de desterrar lo que por cientos, y quizá miles de años había predominado en Mesoamérica.
Estas palabras las escribí hace ya varios años y pienso que no han perdido su validez. Después de las peripecias sufridas por ambos bandos llegaba el momento del enfrentamiento final. Cortés representaba para muchos grupos indígenas la posibilidad de liberarse del yugo azteca, que les imponía un tributo periódico en materias primas o en mano de obra, o en ambas. Los españoles se habían allegado así fuerzas guerreras de los grupos descontentos.
El capitán español planeó entonces el cerco de las ciudades de Tenochtitlan y Tlatelolco, que como sabemos estaban asentadas en medio del lago y unidas a tierra firme por grandes calzadas. Esta posición que podría resultar estratégica también tenía su lado vulnerable... y Cortés lo entendió así. Dividió a su ejército en cuatro grandes grupos y los colocó a la entrada de las calzadas para de esta manera aislar a los aztecas. La ciudad de Tacuba, al poniente, representaba el acceso por la calzada del mismo nombre a Tenochtitlan. Este grupo quedó al mando de Pedro de Alvarado, quien contaba con 150 soldados de espada y rodela, 30 jinetes y 18 escopeteros y ballesteros, además de casi 25 mil guerreros tlaxcaltecas. Por el sur estaba Cristóbal de Olid, asentado en Coyoacán, lo que permitía controlar esa zona. De Olid se apoyaba en 175 hombres de infantería, 33 de a caballo y 20 escopeteros y ballesteros, aparte de 20 mil tlaxcaltecas. Gonzalo de Sandoval tenía sus fuerzas por el rumbo de Iztapalapa, formadas por 150 soldados de infantería, 24 jinetes y 14 escopeteros y ballesteros, además de 30 mil guerreros provenientes de Chalco, Cholula y Huejotzingo. Por su parte, Cortés dirigía el ataque por agua al mando de 13 bergantines que habían sido construidos para tal fin. Además de ser el capitán general del ejército, comandaba a cerca de 300 hombres diestros en cosas del mar. Esta última fuerza se encontraba por el rumbo de Tacubaya, tal como se ve en el plano de Tenochtitlan de 1524, en el que se indica el sitio donde se estableció el cuartel general por medio de la bandera con el águila bicéfala.
Asalto a México-Tenochtitlan / Códice Florentino
Una de las primeras estrategias que siguió Cortés fue la de mandar cortar el agua potable que iba de Chapultepec a Tenochtitlan. Así lo relata el mismo Cortés:
Otro día de mañana los dos capitanes acordaron, como yo les había mandado, de ir a quitar el agua dulce que por caños entraba a la ciudad de Temixtitán; y el uno de ellos, con veinte de caballo y ciertos escopeteros y ballesteros, fue al nacimiento de la fuente, que estaba un cuarto de legua de allí, y cortó y quebró los caños, que eran de madera y de cal y canto, y peleó reciamente con los de la ciudad, que se le defendían por la mar y por la tierra; y al fin los desbarató, y dio conclusión a lo que iba, que era quitarles el agua dulce que entraba a la ciudad, que fue muy grande ardid.
El asedio a Tenochtitlan y Tlatelolco duró alrededor de 75 días. Los combates eran encarnizados y había muertos por doquier. A veces ocurría que los españoles avanzaban y tomaban ciertas posiciones, pero al día siguiente los aztecas volvían a recuperarlas. El ataque y la defensa eran implacables: “a la continua nos daban guerra, así de día como de noche”, dice Bernal Díaz. Por lo menos en una ocasión Cortés fue capturado, pero sus soldados pudieron liberarlo. Relata Bernal Díaz cómo los aztecas usaban la estrategia de fingir que huían para que los persiguieran, y entonces cercar al enemigo y arremeter en contra de él. En una de estas escaramuzas Cortés perdió varias decenas de hombres, que fueron capturados y sacrificados a los dioses. Los aztecas también recurrían a la estrategia de mostrar las cabezas ensangrentadas de los españoles, diciéndoles a las fuerzas enemigas que vieran aquellas cabezas que pertenecían a Cortés y a otros capitanes, para hacer decaer su ánimo. Al respecto, Bernal Díaz nos dice:
Estando de aquella manera, bien angustiados y heridos, no sabíamos de Cortés, ni de Sandoval, ni de sus ejércitos, si les habían muerto o desbaratado, como los mexicanos nos decían cuando nos arrojaron las cinco cabezas que traían asidas por los cabellos y de las barbas, y no podíamos saber de ellos porque batallábamos los unos de los otros obra de media legua...
La situación de los sitiados era cada día más difícil. No había agua potable y las canoas que llevaban víveres a la ciudad eran atacadas por los bergantines. En ocasiones hasta mil canoas dieron combate al enemigo. Sin embargo, los españoles lograban avanzar poco a poco. En cada tramo que tomaban cegaban los canales y las acequias para que fuera más fácil el avance. Llegó un momento en que Cortés decidió hacer las paces con Cuauhtémoc, en quien había recaído el mando del ejército tenochca después de la muerte de Cuitláhuac a causa de la viruela. La respuesta del joven tlatoani no se hizo esperar, según refiere Bernal Díaz del Castillo:
Entonces Guatemuz, medio enojado, dijo: ”Pues que así queréis que sea, guardad mucho el maíz y bastimento que tenemos, y muramos todos peleando, y desde aquí adelante ninguno sea osado a demandarme paces. Si no, yo le mandaré matar”. Y allí todos prometieron pelear noches y días o morir en defensa de su ciudad.
Las siguientes palabras de Bernal Díaz son elocuentes en relación con la manera de combatir de ambos bandos:
Como ya estábamos acostumbrados a los encuentros, aunque cada día herían y mataban de nosotros, teníamos con ellos pie con pie. De esta manera pelearon seis o siete días arreo, y nosotros les matábamos y heríamos muchos de ellos, y con todo esto no se les daba nada por morir. Acuérdome que nos decían: “¡En qué se anda Malinche [Cortés] cada día que tengamos paces con vosotros! Ya nuestros ídolos nos han prometido victoria, y tenemos mucho bastimento y agua, y ninguno de vosotros hemos de dejar con vida. ¡Por eso no tornen a hablar sobre paces, pues las palabras son para las mujeres y las armas para los hombres!”.
Enfermos de viruela / Códice Florentino
Pese a estos actos heroicos, la defensa de la ciudad era ya insostenible. Escaseaban el agua y la comida. El Anónimo de Tlatelolco, escrito en nahua en 1528, nos relata cómo las mujeres de Tlatelolco también entraron en combate:
Fue cuando también lucharon y batallaron las mujeres de Tlatelolco lanzando sus dardos. Dieron golpes a los invasores; llevaban puestas insignias de guerra; las tenían puestas. Sus faldellines llevaban arremangados, los alzaron para arriba de sus piernas para poder perseguir a los enemigos.
Los combates continúan. El hedor de los cuerpos resulta insoportable y la cantidad de muertos de uno y otro bando es enorme. Bernal Díaz lo compara con la destrucción de Jerusalén:
Yo he leído la destrucción de Jerusalén; mas si fue más mortandad que ésta, no lo sé cierto, porque faltaron en esta ciudad tantas gentes, guerreros de todas las provincias y pueblos sujetos a México que allí se habían acogido, y todos los más murieron; y, como ya he dicho, así el suelo y laguna y barbacanas todo estaba lleno de cuerpos muertos, y hedía tanto que no había hombre que lo pudiese sufrir.
El 13 de agosto de 1521 cae Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. El tlatoani se aprestaba a retirarse en canoas con su familia y sus capitanes cuando fue alcanzado por el bergantín de García Holguín, quien lo hizo prisionero. Llevado ante Cortés, el joven Cuauhtémoc se dirige al capitán español y le dice: “Señor Malinche, ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad, y no puedo más, y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cintura y mátame luego con él”.
Varias veces me he referido a este encuentro entre Cuauhtémoc y Cortés para ponerlo como ejemplo de la incomprensión entre una y otra culturas. Las palabras que le son traducidas a Cortés por parte de Jerónimo de Aguilar y Marina no son entendidas en todo su significado. Lo que Cuauhtémoc quiere decir no es que lo maten, sino que lo sacrifiquen abriéndole el pecho, como corresponde a un guerrero capturado en combate, ya que su destino es morir así para acompañar al Sol en su diario recorrido. Nada sabe Cortés de esto y lo deja con vida. ¡Terrible destino para el capitán de las fuerzas aztecas, pues se le impide que, como guerrero, complete su ciclo y acompañe al Sol...!
En Tlatelolco se sella el destino de los dos pueblos. De esto he dicho en otra ocasión:
Cortés no entiende esto... y le perdona. El joven prisionero deseaba más profundamente la muerte -como se la deparaban sus propias costumbres– que la existencia a la que se le condenaba a vivir. Son dos intenciones, dos formas de pensar y de ser diferentes. Es la incomprensión que determinará de ahí en adelante el destino de cada uno de los contendientes: el indio, sometido y sujeto de explotación; el español, inquisidor y esclavista. Se consumaba así la conquista militar de la ciudad para dar paso a una lucha más ardua aún: la conquista ideológica a través de la Iglesia. La destrucción de la ciudad y de los templos indígenas fue sistemática, y hubo un fraile que la comparó con la séptima plaga de Egipto. Comenzaba la muerte de los dioses prehispánicos. Era el 13 de agosto de 1521...
Fuente: http://www.mexicodesconocido.com.mx/la-conquista-de-mexico.-el-combate-final.html

Hernán Cortés. Un conquistador de su tiempo

hernan_cortes_conquistador / Ilustración: Leonid Nepomniachi

Por: Angel Gallegos

Te ofrecemos una mirada a la vida y obra del capitán español que, tras conformar un pequeño ejército y lograr valiosas alianzas con los indígenas tlaxcaltecas, logró conquistar a la poderosa Tenochtitlan.



Los caballos de los conquistadores españoles detuvieron repentinamente su galope. Situados justo al pie de los volcanes -en el punto que actualmente conocemos con el nombre de "Paso de Cortés-, el capitán extremeño esbozó una mailiciosa sonrisa, descendió de su corcel y, sin ocultar su asombro, contempló el anchuroso valle que se extendía a lo lejos, dejando entrever numerosos templos y palacios "de cal y canto", los cuales parecían emerger de entre las aguas cual mágica visión extraída de uno d elos libros de caballería más populares de aquel tiempo. Ávido de poder, fama y riquezas, Hernán Cortés sabía que la historia de la Conquista de México apenas estaba por comenzar...
De origen humilde, Cortés nació en 1485 en la ciudad española de Medellín, en la región de la Extremadura castellana. Cuando tenía catorce años, sus padres, dueños de un molino de trigo, un colmenar y una viña, lo enviaron a estudiar a la Universidad de Salamanca. En esa ciudad radicó en casa de un Francisco Núñez de Valera, quien enseñaba latín -y de quien seguramente lo aprendió Cortés-, y estaba casado con una media hermana de su padre. Años después, contrario a la voluntad de sus progenitores, que hubieran querido verlo licenciado, el joven Cortés dejó inconclusos sus estudios y decidió probar suerte en las recién descubiertas Indias, a donde se embarcó en 1504, llegando a la isla de La Española, lugar en el que, según Bernal Díaz del Castillo, vivió “adeudado y pobre”, hasta que por la ayuda que había brindado en la pacificación de algunas partes de la isla, el gobernador Ovando le otorgó algunos indios de encomienda y la escribanía del naciente ayuntamiento de Azua.
Tiempo más tarde, hacia 1511, Cortés participó en la conquista de Cuba, en donde viviría “haciéndose amigo de las armas”, hasta 1519, cuando el gobernador de la isla, Diego Velázquez, decide enviarlo en auxilio de Juan de Grijalva, quien varios meses antes había sido despachado por el mismo Velázquez a las costas de Yucatán con el objetivo de explorar y, de ser posible, poblar las tierras que descubriese.

Cuadro de Hernán Cortés / Museo Nacional del Virreinato

Así pues, Cortés, ya de 34 años de edad, se hizo a la mar con seis pequeñas embarcaciones, haciendo escala en el puerto de Trinidad, donde se ganó para su partido -que había comenzado a organizar- a Francisco Verdugo (alcalde del puerto), a Diego de Ordaz y a otros comisionados por el mismo Velázquez para aprehenderlo, arrepentido ya de haberle encomendado la empresa de descubrimiento y conquista de aquellas tierras reconocidas por Grijalva. En franca rebeldía, Cortés desobedeció a Diego Velázquez y avanzó hacia el puerto de Carenas, actual ciudad de La Habana, capital de Cuba, donde reclutó más gente, alcanzando a sumar 934 hombres, además de dieciséis caballos, diez cañones y cuatro falconetas, todo lo cual embarcó en once naves al mando del conocido hombre de mar Antón de Alaminos, dando así inicio formal a su empresa de conquista.
La expedición, que zarpó de La Habana el 10 de febrero de 1519, hizo su primera escala en la isla de Cozumel, donde se le incorporó el náufrago Jerónimo de Aguilar; otro náufrago, Gonzalo Guerrero, rehusó volver a lado de los europeos.
El 4 de marzo las fuerzas de Cortés reanudaron la navegación, pasando por Cabo Catoche, en el extremo noreste de la península de Yucatán; continuando al oeste tocaron Campeche, penetrando el día 12 del mismo mes por el río Tabasco, llamado después de Grijalva, hasta Centla o Zintla, donde tuvieron los primeros choques con los indígenas; habiendo salido triunfantes los españoles, fundaron el 25 de marzo la Villa de Santa María de la Victoria; en esa fecha, en señal de sumisión, se presentaron los caciques locales con varios regalos, entre los cuales había veinte mujeres, una de ellas Malintzin o doña Marina, quien pronto sería segunda intérprete y primer amor indígena del capitán Cortés.
Los navíos reanudaron su marcha y bordearon las costas del Golfo de México hasta el puerto de San Juan de Ulúa la tarde del Jueves Santo, 21 de abril de 1519; al poco tiempo hicieron su aparición los primeros enviados del señor Moctezuma. Al día siguiente Cortés hizo desembarcar a sus hombres, mandó plantar los primeros reales y encalló algunos de los navíos que llevaba para imposibilitar el regreso de los soldados que intentaban desertar.
Después de fundar la famosa Villa Rica de la Vera Cruz (en dos ocasiones y en dos lugares distintos) Cortés y sus soldados avanzaron hacia Zempoala, donde fueron bien recibidos; pasaron por Xalapa, el Cofre de Perote y los señoríos tlaxcaltecas, donde después de enfrentar a los habitantes de este reino los hizo sus aliados, para así, finalmente, encaminarse hacia la gran ciudad lacustre, cuya primera imagen obtuvo al alcanzar el punto más alto entre los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
Camino de Hernán Cortés hacia Tenochtitlan / Códice Florentino
Cortés y sus huestes entraron a México-Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519; la historia consecuente es ya bien conocida por todos: la capital del reino de Moctezuma fue conquistada a sangre y fuego, y tras 75 días de sitio cayó el 13 de agosto de 1521, día de San Hipólito para los españoles. Posteriormente, sobre sus ruinas se asentaron los cimientos de una nueva ciudad colonial. Poco tiempo después, Cortés fue nombrado gobernador y capitán general de la Nueva España.
En 1524 Cortés organiza su famosa expedición a Las Hibueras en busca de Cristóbal de Olid; en el trayecto, en algún lugar cercano a la provincia de Acalan, dio muerte al último soberano tenochca, Cuauhtémoc. A su regreso reasume el gobierno que le quitara un juez, quien había llegado para hacerle un juicio de residencia, que para entonces no prospera. En estas circunstancias, Cortés decide viajar a España en 1528 y logra ver al emperador Carlos V, de quien recibe todos los honores pero no el poder total de la naciente Nueva España.
Cortés también fue procesado por la misteriosa muerte de su primera mujer, doña Catalina Xuárez, siendo el principal sospechoso en un juicio que tampoco vería fin.
Para 1536, ya con el título de Marqués del Valle de Oaxaca, aunque con un poder y una autoridad muy disminuidos, el conquistador se aventura en una nueva expedición, esta vez a las Californias, donde descubre el mar que hoy lleva su nombre.
Viejo y ya con 55 años de edad, el otrora hombre “de buena estatura, rehecho y de gran pecho” regresa a España en 1540 para tratar de arreglar su situación; ahí se entera de que no puede regresar más a la Nueva España hasta que se resuelvan sus problemas de residencia. Así que anda de allá para acá siguiendo a las Cortes itinerantes, hasta que ya casi abrumado por su situación económica empeña sus bienes más valiosos y se refugia en casa de un amigo en Castilleja de la Cuesta, en las cercanías de la ciudad de Sevilla, donde muere el 2 de diciembre de 1547, ya muy enfermo y extenuado por la fatal disentería.
Como ya lo dijimos, el conquistador extremeño no volvió a ver las tierras que con valor y coraje ganó para su rey; sin embargo, sus restos sí volvieron a México, en 1566, para ser depositados en una discreta cripta que actualmente permanece empotrada en una pared de la Iglesia de Jesús, a unos pasos de la actual estación Pino Suárez del Metro, en el Centro Histórico de la ciudad que él mismo conquistó...
Fuente: http://www.mexicodesconocido.com.mx/hernan-cortes-biografia.html

El encuentro de Moctezuma y Cortés

encuentro_moctezuma_cortes_conquista_mexico / México desconocido

Por: Eduardo Matos Moctezuma

El reconocido investigador Eduardo Matos nos ofrece una mirada a la primera entrevista que tuvieron el tlatoani mexica y el conquistador europeo aquella histórica mañana del 8 de noviembre de 1519.


Nada fácil resultó a los españoles avanzar hacia Tenochtitlan. No obstante, llegaron a Cholula, en donde aún no queda claro si Hernán Cortés quiso causar pavor y llevó a cabo la matanza conocida o si, por el contrario, los aztecas, prepararon una emboscada en su contra.
Sea como fuere, Cortés continuó su avance y arribó al Valle de México, a Iztapalapa. De ahí partió aquella mañana del 8 de noviembre de 1519 al encuentro con Moctezuma. Tanto Cortés en su segunda "Carta de Relación" como Bernal Díaz del Castillo en su "Historia verdadera..." nos han dejado noticia del acontecimiento. Ambos coinciden en la impresión que les causó ver llegar a Moctezuma acompañado por nobles señores ricamente ataviados. En palabras del capitán español:
Pasado este puente, nos salió a recibir aquel señor Muteczuma con hasta doscientos señores [...] y el dicho Muteczuma venía por medio de la calle con dos señores, el uno a la mano derecha y el otro a la izquierda [...] todos tres vestidos de una manera, excepto el Muteczuma, que iba calzado, y los otros dos señores, descalzos.
Por su parte, Bernal Díaz dice que eran cuatro los señores que acompañaban al tlatoani. Su relato es más detallado que el de Cortés:
Ya que llegábamos cerca de México [...] se apeó el gran Montezuma de las andas, y traíanle del brazo aquellos grandes caciques [los señores de Tacuba, Iztapalapa, Texcoco y Coyoacán] debajo de un palio muy riquísimo a maravilla, y la color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argentería y perlas y piedras chalchihuis, que colgaban de unas como bordaduras, que hubo mucho que mirar en ello.
Placa conmemorativa del encuentro de Moctezuma con Cortés en el Centro Histórico del DF
Cortés se dirige a Moctezuma, le obsequia un collar de vidrios y trata de abrazarlo, pero los señores se lo impiden. No sabe el capitán español que es el tlatoani, palabra nahua que significa “el que habla”, los demás callan. Después de intercambios amistosos, los españoles son aposentados en el palacio de Axayácatl, en donde se da un diálogo entre Moctezuma y Cortés. El tlatoani menciona que en sus escritos se habla de que vendrán por el oriente descendientes de un gran señor a sojuzgar estas tierras. Y agrega, en palabras que nos refiere Cortés:
“No creáis más de lo que por vuestros ojos vieres, en especial de aquellos que son mis enemigos, y algunos de ellos eran mis vasallos, y hánseme rebelado con vuestra venida [...] los cuales sé que también os han dicho que yo tenía las casas con las paredes de oro, y que las esteras de mis estrados y otras cosas de mi servicio eran asimismo de oro, y que yo era y me hacía dios, y otras muchas cosas. Las casas ya las veis que son de piedra y cal y tierra”. Y entonces alzó las vestiduras y me mostró el cuerpo, diciendo a mí: “Veis aquí que soy de carne y hueso como vos y como cada uno, y que soy mortal y palpable”.
¿Cómo describen a Moctezuma los españoles? Bernal Díaz anota que:
Era el gran Montezuma de edad de hasta cuarenta años, de buena estatura y bien proporcionado, cenceño y de pocas carnes, y el color no muy moreno, sino propio color y matiz de indio. Traía los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las orejas, y pocas barbas, prietas, bien puestas y ralas. El rostro algo largo y alegre, los ojos de buena manera, y mostraba en su persona, en el mirar, por un cabo amor, y cuando era menester, gravedad. Era muy pulido y limpio, bañábase cada día una vez a la tarde.
A continuación detalla los pormenores de la comida y del palacio en que habitaba. Mientras el tlatoani comía había personas contrahechas que bailaban y cantaban. El palacio contaba con buen número de aposentos. En unos había armas, en otros bastimentos. Había una especie de zoológico con animales de todo género y hasta un estanque para aves. Numerosos artesanos estaban al servicio del tlatoani, y qué decir de las mujeres y concubinas del señor. Huertas de flores, árboles olorosos y estanques de agua dulce formaban parte del palacio.
La magnificencia de Moctezuma impresionó profundamente a los españoles, pero de poco sirvió la bienvenida que se les brindó, pues urdían un plan que tenía como primer objetivo aprisionar al tlatoani. Una vez logrado esto, exigieron que se les entregara oro en abundancia.
Moctezuma en un biombo colonial
Para ese entonces el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, envió a Pánfilo de Narváez para someter a Cortés, por lo que éste se vio obligado a ir a Veracruz y enfrentarlo. El mando en Tenochtitlan quedó entonces en manos de Pedro de Alvarado, quien ordenó la famosa matanza del Templo Mayor, cuando los aztecas celebraban una de sus fiestas. Si los ánimos ya estaban caldeados, lo anterior los avivó mucho más. Los combates se sucedieron uno tras otro, y culminaron con la huida de los españoles en la llamada “Noche Triste”.
Antes de este último acontecimiento tuvo lugar la muerte de Moctezuma. Según los cronistas españoles, fueron los propios aztecas los que lo mataron cuando salía a tratar de apaciguar al pueblo para que no siguiera combatiendo. Otros autores opinan que Moctezuma fue muerto por los españoles porque ya no les era útil, pues había sido relevado como tlatoani, recayendo el cargo en Cuitláhuac. El cuerpo de Moctezuma fue entregado a los aztecas, que celebraron grandes exequias en honor de su soberano. Relata Bernal Díaz:
Cuando así le vieron muerto, vimos que hicieron muy gran llanto, que bien oímos las gritas y aullidos que por él daban; y aún con todo esto no cesó la gran batería que siempre nos daban de varas, piedra y flecha, y luego la comenzaron mucho mayor y con gran braveza, y nos decían: “Ahora pagaréis muy de verdad la muerte de nuestro rey y señor y el deshonor de nuestros ídolos...”
Fuente: http://www.mexicodesconocido.com.mx/moctezuma-y-cortes-el-encuentro.html

jueves, 7 de noviembre de 2013

La Malinche (Malinalí Tenépatl)

(1502-1529)
Autor: Felipe Pigna
Que la figura femenina más recordada de la conquista de México –y posiblemente la más nombrada de la historia americana de toda esa época– sea la Malinche, intérprete y por un tiempo amante de Hernán Cortés, es una de las tantas muestras de esta “pedagogía” destinada a ningunear la resistencia que los pueblos originarios opusieron a los invasores. Pero, incluso, si tomamos en cuenta la biografía de la mujer que aparece como sinónimo de la “traición a su pueblo”, veremos que esa imagen no le hace del todo justicia.
Siguiendo el relato del conquistador Bernal Díaz del Castillo, ya que curiosamente su amado Cortés apenas si la menciona, Malinalli Tenépatl, también conocida como Malintzin (nombre que los españoles corrompieron enMalinche), había nacido en 1502 en Coatzacoalco, provincia de Paynalla en la región de Veracruz, al sur de México. Malinalli, es el nombre en lengua náhuatl de uno de los 20 días del mes mexicatl y también se nombra así a una hierba con la que se fabricaban cuerdas. Premonitoriamente la palabra náhuatl tenépatl designa a la persona que tiene facilidad de palabra, que habla mucho y con animación. La muchacha era hija del jefe Teotingo. Al morir el guerrero, su madre Cimat se volvió a casar con un joven llamado Maqueytan, con quien tuvo un varón a la que la pareja declaró único heredero del territorio, desplazando a Malinalli que fue vendida como esclava a un cacique de Tabasco.
Cuando Hernán Cortés invadió el sur de México, debió enfrentar encarnizadamente al pueblo tlascalteca, que logró diezmar el 20% de la tropa española. Los invasores estaban perdidos, cuando se enteraron por boca de algunos jefes indios, según nos cuenta Bernal Díaz del Castillo, que cada año [los aztecas] les demandaban muchos hijos e hijas para sacrificar y otros para servir en sus casas y sementeras y otras muchas quejas que fueron tantas que ya ni me acuerdo y que los recaudadores de Moctezuma les tomaban sus mujeres e hijas y las forzaban si eran hermosas.
Ni lerdo ni perezoso, Cortés les ofreció una alianza estratégica contra sus históricos enemigos. Potochtlán y otros jefes de Tabasco, como muestra de buena voluntad, le entregaron a Cortés veinte doncellas, oro y mantas. Entre ellas estaba Malintzin, a la que se impuso el bautismo cristiano con el nombre de Marina.
La “Malinche” hablaba nahua y maya. En los primeros tiempos y hasta que Marina aprendió la lengua de Castilla, Jerónimo de Aguilar –un náufrago tomado prisionero por los habitantes de Yucatán y que fue rescatado por las tropas de Cortés en Cozumel– se encargaba de completar la traducción del maya al español. La “Malinche” fue una de las amantes de Cortés, con quien se sabe que tuvo un hijo al que llamaron Martín en honor al padre del conquistador. 1
Han corrido ríos de tinta sobre la historia de amor entre Cortés y Malinche, pero la verdad es que el título le queda grande si pensamos en una relación que involucre amorosa y apasionadamente a los dos integrantes de la pareja, cosa que está muy lejos de la realidad. Todos los testimonios coinciden en las permanentes muestras de amor y fidelidad por parte de la muchacha y de todo lo contrario de parte del conquistador.
Una de esas muestras de “amor”, fue que, siguiendo una práctica habitual en los conquistadores, Cortés se la obsequió a Alonso Hernández Portocarrero. Cuando Cortés enviudó de Catalina Juárez Marcaida, su “esposa legítima”, no pocos esperaban que se concretara su boda con doña Marina, pero la hizo casar cristianamente con su colaborador Juan Jaramillo. De la unión nació una niña llamada María, pero a los pocos meses del parto moría la Malinche en medio de la epidemia de viruela que en 1529 asoló la ciudad de México. Aquella muchacha que según Laura Esquivel creyó encontrar en Cortés “la transición entre el dios Moctezuma al dios Quetzalcóatl, pero se sintió traicionada al ver cómo él y la parte española reducían el mundo a mercancía”,2sólo había vivido 27 años. Aunque Díaz del Castillo alaba su “lealtad” a los conquistadores, hay que tener en cuenta que la Malinche no fue más “traidora” que los miles de guerreros totonacas, tlaxcaltecas y otomíes que permitieron a los españoles conquistar la ciudad de México-Tenochtitlán y destruir así el centro del imperio de Moctezuma. Esos pueblos, sometidos al poder de los aztecas, creyeron que sumándose a los españoles ganaban un aliado, no que cambiaban de dominador. 3
Cortés ejerció la venganza sobre el rebelde Cuauhtémoc violando a su bella mujer Tecuichpo –“copo de algodón”–, hija de Moctezuma, entregándola a sus soldados y volviéndola a violar hasta embarazarla. 4
Vale la pena recordar que aquella invasión encabezada por Cortés recibió la entusiasta bendición papal, según nos cuenta Díaz del Castillo en su citada crónica:
Su santidad tuvo en mucho y dijo que daba gracias a Dios […] y mandó hacer procesiones y que todos diesen loores y gracias de ello a Dios, y dijo que Cortés y todos sus soldados habíamos hecho grandes servicios a Dios primeramente y al emperador don Carlos nuestro señor y a toda la cristiandad […] y entonces nos envió una bula para salvarnos a culpa y a pena de todos nuestros pecados y otras indulgencias.
Referencias:
1 Martín Cortés nació en 1523. Llegó a España en 1530, donde luchó en los ejércitos imperiales en Argel, Flandes y Alemania. Regresaría a México en 1563.
2 Laura Esquivel, Malinche, México, Suma de letras, 2006
3 Véase Richard Konetzke, América Latina. La época colonial, Siglo XXI, Madrid, 1983.
4 Héctor Pérez Martínez, Cuauhtémoc. Vida y muerte de una cultura, Leyenda, México, 1944.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar