Leslie Bethell, Historia de America Latina
RESUMEN CAPITULO 7
El noreste
La
frontera india en el noreste —el interior de Pernambuco, Paraíba, Rio Grande do
Norte y Ceará— seguía una pauta parecida a la de Bahía y el valle del Sao
Francisco. En el siglo xvi las tribus tupí del litoral atlántico fueron
consumidas y destruidas por la guerra, las enfermedades importadas y el trabajo
forzoso en las plantaciones de caña de azúcar. La frontera se desplazó entonces
hacia el interior y llegó a los territorios de las tribus tapuyas, a la vez que
la caña de azúcar retrocedía ante el ganado en el seco sertáo. Estallaron los
habituales conflictos entre los ganaderos ricos y las tribus indias, conflictos
cuya causa era la tierra. Pero en un aspecto a los indios les resultó más fácil
adaptarse a una sociedad basada en la ganadería: preferían el trabajo duro,
solitario y móvil de los vaqueros a la labor ignominiosa y deslomadora de las
plantaciones de azúcar.
Dos factores hacían que el noreste fuese diferente de Bahía en lo
que se refiere a los asuntos indios.
Uno era la intrusión de otras potencias —Francia y luego Holanda—
y los intentos de naciones europeas rivales de manipular a los aliados indios.
El otro factor era la existencia en el noreste de pueblos nativos
numerosos y cohesivos.
El hecho de que Pernambuco fuese la más próspera de las capitanías
que los portugueses crearon en Brasil durante la década de 1540 se debió a que
la región era idónea para plantar caña de azúcar.
Cuando los franceses hicieron su último intento de colonizar
Brasil con el desembarco de colonizadores, habían llegado en tres barcos a la
isla de Maranháo en 1612, los portugueses, que no habían conseguido fundar
asentamientos allí, acabaron rápidamente con la amenaza. Los franceses
intentaron ganarse el apoyo de los tupinambá de Maranháo, pero no podían competir
con la habilidad militar de los portugueses y sus alianzas con los indios. En 1614, aniquilaron a un contingente más
nutrido y mejor pertrechado de franceses e indios tupinambá; y, antes de que
transcurriera un año, los franceses se habían ido para siempre.
Sin embargo, esta expansión se vio retrasada durante un cuarto de
siglo por el advenimiento de otra potencia europea: Holanda. Las guerras contra
los holandeses (1624-1654) detuvieron la expansión hacia el interior del
noreste y aumentaron la importancia de las tribus indias que vivían en las
regiones disputadas. Ambas potencias europeas utilizaron tropas indias en sus
batallas y ambas consideraban que las buenas relaciones con los indios eran
importantes para hacerse con el control de la región. Las luchas entre
portugueses y holandeses fueron en parte una guerra de religión, lo cual
significó que los misioneros católicos y protestantes redoblaron sus esfuerzos
por convertir a las tribus y contar con su apoyo en los combates.
Los indios respondieron con más entusiasmo al gran gobernador
holandés del Brasil, el conde Juan Mauricio de Nassau. El conde Mauricio sentía
un afecto sincero por los indios y escribió a sus superiores diciéndoles que la
tranquilidad y la conservación de la colonia de Brasil dependen en parte de la
amistad de los indios. Teniendo esto presente, se les debería permitir que
gozaran de su libertad natural. Deberían darse órdenes en el sentido de que sus
administradores no los ofendan, que no se les alquile por dinero ni se les obligue
a trabajar en ingenios de azúcar contra su voluntad. Al contrario, a cada uno
de ellos se les debería permitir que viva del modo que él entiende y trabaje
donde desee.
Cuando Juan Mauricio fue llamado a su país en 1644 una multitud de
indios insistió en acompañarle hasta el barco y exigió que la llevara con él a
Holanda. Un año después, en abril de 1645, las autoridades holandesas
organizaron una asamblea de jefes de las 20 aldeas indias situadas bajo su
gobierno. Los indios se mostraron dóciles, pero pidieron encarecidamente que su
libertad fuera respetada en la práctica y no sólo en teoría o sobre el papel.
La asamblea fue un caso único en la historia de Brasil: hasta finales del siglo
xx no se ha celebrado una reunión comparable de líderes tribales en el Brasil
ocupado por los europeos.
A
pesar de sus buenas intenciones y de su deseo de ganarse la lealtad de los
indios, los holandeses apenas eran mejores que los portugueses en lo referente
a forzar a los indios a trabajar por un salario irrisorio, que consistía en
piezas de paño de algodón. Pretendieron imponer su religión protestante y
extirpar las prácticas paganas con tanta vehemencia como los portugueses.
También, sin quererlo, trajeron enfermedades mortales como, por ejemplo, la
viruela y el sarampión, que hicieron estragos en la colonia. A causa de ello,
cuando los holandeses empezaron a sufrir derrotas, la mayoría de los indios se
volvieron contra ellos.
Con la expulsión de los holandeses, Brasil nunca más
volvió a verse seriamente amenazado por una invasión de rivales europeos. Los
colonizadores del noreste, por lo tanto, pudieron empujar su frontera hacia el
interior durante la segunda mitad del siglo XVII. Esa frontera se parecía a la
del hinterland de Bahía: vastas extensiones de sertáo yermo que sólo servía
para criar ganado.
Amazonas:
Geográficamente no es una zona de fácil acceso,
principalmente por tres factores: Los vientos, las corrientes contrarias y la elevación del fondo del mar (del Maranhão había mucha dificultad para
ir hacia el sur -bahía-). La vida dependía de la pezca, la caza, el cacao, la resina. No
era rentable el trabajo de Africanos, por la poca productividad de la zona y en
parte porque el territorio era mejor conocido por los indígenas.
En esta zona la frontera se desarrollo de modo
diferente al resto de Brasil. Donde los
límites se encontraban fuera del tratado de Tordesillas, considerándose
territorio Español.
Todos los intentos de colonización en el siglo XVI del Maranhão fracasaron y fueron en mayor parte
expediciones (de Portugal y España).
En 1616 los
portugueses fundaron fortín (Belem) a orillas del rio Pará que forma la
desembocadura meridional de Amazonas. En
este territorio habitaban los Tupinambá,
librándose varias luchas, que junto a las epidemias dejaron la región
despoblada. Muchas de estas tribus
fueron llevadas a Belem, siendo sometidos al trabajo.
Durante la unión de las coronas Española-Portuguesa (1580 – 1640) Maciel Parente en 1637 fue autorizado por el rey a realizar una
expedición en Amazonas rio arriba. Esta expedición tuvo gran importancia
geopolítica en la configuración de la frontera brasileña (colocando mojones
portugueses en todo el territorio) a
2400Km de Tordesillas. Sometiendo a las tribus del noroeste.
Los Jesuitas que estaban en la región de Pará en 1653
representados por Antonio Viera
(jesuita nacido en Brasil), confidente
de Juan IV de Portugal, quedo horrorizado al ver las condiciones que se encontraban los indios y condeno a los
colonizadores que los tuviesen de esclavos. En 1655 una vez en Portugal,
Viera persuadió al rey para promulgar nuevas leyes contra la esclavitud.
Confiriéndole a los jesuitas la tarea de
traer a los indios por medios
pacíficos e instalarlos en poblados
misionales bajo su control. Actividad de
no mucho éxito, ya que muchos indígenas murieron durante el viaje.
Los colonizadores disgustados desahogaron su
frustración con los jesuitas que no le proveían mano de obra. Viera y la
mayoría de sus hombres fueron detenidos
y mandados a Portugal.
Luego de la expulsión de los jesuitas se instalaron
repartidores laicos, hasta que en 1680 se promulgo la “ley liberal” otorgando
tierras a los indios.
En 1693 la totalidad de la región fue dividida entre
las órdenes religiosas a efectos misionales (Jesuitas, Carmelitas, Franciscanos y Mercedarios) siguiendo la política de crear aldeas a lo largo de los ríos.
Política nueva que permitió la presencia portuguesa a lo largo del Amazonas, el Solimoes y Negro. El tratado de
Madrid (1750) anulo la línea de Tordesillas
y concedió mayor parte de la cuenca del Amazonas al Brasil Portugués.
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