martes, 11 de junio de 2013

Alta Edad Media

a penetración y fijación de los pueblos germánicos en el territorio del Imperio Romano condujo a la formación de diversos reinos, desde el principio del siglo V. La autoridad imperial en Occidente dejó de existir en el año 476, con la deposición de Rómulo Augústulo. La parte oriental del imperio, centrado en Constantinopla (actual Estambul), se hizo cargo a partir de ahí del legado político de Roma.
Alta Edad Media
Los germánicos, señalados como bárbaros por los romanos, organizaron sus reinos en las antiguas fronteras del imperio y en áreas que habían sido ocupadas por los romanos, como la actual Alemania. Cada uno de esos reinos evolucionó de forma diferente dando lugar a las monarquías europeas medievales. Los ostrogodos se establecieron en Italia, dirigidos por Teodorico, y constituyeron uno de los reinos más importantes de los siglos V y VI. Teodorico,se convirtió al arrianismo y resolvió los conflictos con la población romana-cristiana a través de políticas tolerantes buscando elevar el nivel cultural de su pueblo y acercarse a la jerarquía eclesiástica. Además, en alianza con otros reinos bárbaros para hacer frente a la intervención del Imperio Bizantino, mantuvo la tradición jurídica y administrativa de Roma y alentó el florecimiento de las artes y las letras.
A finales del siglo V, los francos establecieron las bases de lo que más tarde sería uno de los reinos más poderosos de la Europa medieval. Convertido al catolicismo, el rey Clodoveo I consiguió el apoyo de la gente de la antigua Galia con una política de fusión entre los galo-romanos y los francos. Extendidos por toda la Galia, los visigodos se dirigieron a la Península Ibérica en el año 507 y dominaron los otros pueblos bárbaros, con la excepción del pueblo borgoñés, que sería sacudido por sus sucesores. Las únicas áreas de la Galia que no pudieron dominar fueron Septimania y Provenza.
En la península Ibérica, los visigodos eran una monarquía próspera y culta, en la cual se fundieron los trazos germánicos y las tradiciones seculares romanas. La monarquía visigoda se esforzó para conquistar la unidad territorial y formar un Estado. La oposición de la población hispano-romana al arrianismo fue el primer obstáculo a vencer. En el siglo VI la monarquía visigoda llegó a la plenitud con Leovigildo, que estableció la unidad territorial después de vencer los suevos del noreste y los bizantinos del sudeste. Los problemas religiosos fueron resueltos cuando Recaredo reconoció el cristianismo como su religión, en el año 587. La ocupación de los árabes en la Península Ibérica, en el inicio del siglo VIII, fue favorecida por las luchas entre Rodrigo y Aquila. El poder de los visigodos se extinguió en pocos años, y comenzó una nueva etapa en la península y Europa, con la expansión del Islam.
Durante el siglo VI, el reino de los francos merovingios sufrió constantes divisiones sucesivas entre los herederos a la corona. Estas fragmentaciones hereditarias del reino, considerado como propiedad dinástica, fueron la causa de un estancamiento político y cultural. La monarquía se debilitó en luchas internas, lo que permitió el fortalecimiento de los poderes locales y la intervención de los lombardos de Italia. Esa situación se mantuvo hasta el inicio del siglo VII, cuando Dagoberto I impuso la unidad territorial que permitiría el aparecimiento de una fuerte dinastía, la carolingia.
En Italia, los eventos significativos ocurrieron después de la conquista del reino ostrogodo por el emperador bizantino Justiniano I a mediados del siglo VI. El Imperio Bizantino llegó en ese momento a su pico político y cultural, y Justiniano I, ayudado por sus generales Belisario y Narsés, trató de reconquistar la parte occidental del antiguo Imperio Romano y restaurar la unidad del Mediterráneo. Sus sucesores enfrentaron problemas religiosos y bélicos con los eslavos y los persas, que fueron derrotados por el emperador Heraclio en el siglo VII. Los lombardos conquistaron el norte de Italia en pocos años, en el 568, y llevaron a cabo el ataque contra el reino merovingio. Lombardos y bizantinos se repartieron el territorio correspondiente a Italia. A finales del siglo VI, casi toda la región, excepto Roma, Rávena y Sicilia, estaba bajo control de los lombardos.
En Gran Bretaña, la invasión de anglos y los sajones en la mitad del V, obligó a los británicos a buscar refugio en Cornualles, Gales y Escocia. Los anglosajones dividieron el territorio en siete pequeños reinos, que lucharon para establecer su hegemonía en el sur de la isla.
Los reinos surgidos en Occidente dieron una nueva mirada a Europa, donde no desapareció totalmente el legado romano. En muchos casos, principalmente en sitios más romanizados, se mantuvo la orden y el derecho romanos, contribuyendo a las costumbres jurídicas de los pueblos germánicos. La religión, aunada a las características de cada uno de esos pueblos, fue el principal elemento de cohesión de nuevos reinos del oeste europeo y una de las causas de su distanciamiento de los bizantinos, cuyo cristianismo tenía aspectos peculiares.
Cuando desapareció el poder del imperio de Occidente, la Iglesia arrogó supremacía universal. El papa fue reconocido como la máxima autoridad a la que debían someterse todos los poderes. Por lo tanto, la jerarquía de la iglesia en Roma representó el factor de unión de las monarquías occidentales. La conversión gradual de los bárbaros al cristianismo hizo que la iglesia fuera la institución más importante de la Edad Media. La cultura, el arte, la ciencia y las letras eran patrimonio eclesiástico frente a un grueso del pueblo analfabeto y sin acceso al conocimiento, embaucado por lo místico y lo sobrenatural. En los monasterios, los monjes realizaron un cuidadoso trabajo de recopilación de textos clásicos y los escritos teológicos de los Padres de la Iglesia.
La constitución de las monarquías europeas y el poder temporal del Papa favoreció el distanciamiento político y religioso entre Europa y el imperio bizantino. El papado, asediado por los lombardos, había pedido ayuda a Constantinopla, pero los emperadores orientales, ocupados con la discusión de la veneración de imágenes y preocupados por la presión del Islam en sus fronteras, desatendieron a los asuntos de Occidente. Los papas se vieron obligados, por tanto, a recurrir al reino franco, que se consolidó como la principal potencia de la región. Pipino el Breve destronó a los merovingios y fue reconocido como rey por el Papa Esteban II.
Los francos dieron apoyo militar al papado y luego derrotaron a los lombardos. Los territorios que antes estaban bajo el control de los lombardos pasaron al control del Papa, lo que dio lugar a los estados papales. Para justificar la transferencia de estos territorios y la autoridad como el poder temporal del Papa sobre ellos, hizo un llamamiento a la Donación de Constantino (Latín: Donatio Constantini), documento falsificado por el cual el emperador habría transferido al papa Silvestre I y sus sucesores la autoridad sobre ciertos territorios en el Oeste.

Baja Edad Media

Baja Edad Media

Las invasiones y el feudalismo hicieron desaparecer casi totalmente la vida urbana en Europa. Las ciudades que sobrevivieron a la decadencia del Imperio Romano se convirtieron en meras residencias de obispos y señores feudales, poco vinculadas a su zona rural y otras ciudades.
A partir del siglo XI, sin embargo, el proceso de empobrecimiento comenzó a revertirse en los reinos europeos. Muy lentamente, la organización feudal de la sociedad daría lugar a un nuevo orden, en el que el papel económico con un carácter más dinámico pasó a la burguesía urbana.
La apertura de nuevos cultivos, el crecimiento demográfico y el aumento de la productividad agrícola como consecuencia de las técnicas más modernas (uso del arado de vertedera, el yugo para los animales de tracción, los molinos de viento…) provocaron un excedente de mano de obra calificada y la producción agrícola benefició el desarrollo de las ciudades con lacreciente migración.
Surgió en los burgos –o barrios construidos alrededor de viejas murallas– una nueva clase de comerciantes y artesanos que promovió el intercambio entre los núcleos urbanos y el campo, así como la apertura de rutas comerciales entre rutas distantes. La actividad de los artesanos urbanos fue regulada por una institución típica de la época, el gremio, asociación cerrada y jerarquizada de cada oficio, destinada a proteger sus asociados, evitando la competencia entre ellos.
El crecimiento demográfico y económico llevó a la expansión territorial de los reinos cristianos, principalmente en el este de Europa y la Península Ibérica. También se abrió al comercio de grandes horizontes marítimos, como el Báltico y el Mediterráneo, que comenzó a girar por rutas terrestres. En el norte de Europa, las ciudades de los Países Bajos establecieron fuertes lazos comerciales con el Báltico, donde obtuvieron granos, pieles y otras materias primas a cambio de bienes manufacturados. La comunidad de intereses entre esas ciudades dio lugar a la Liga Hanseática. En el Mediterráneo, la industria, el comercio y la actividad financiera florecieron en las ciudades del norte de Italia (Venecia, Génova, Florencia…) así como en Marsella y Barcelona. Características de la temporada fueron las ferias, grandes reuniones anuales de los comerciantes y banqueros que se llevaron a cabo en las principales ciudades.
Los intereses económicos, unido al ideal religioso de los lugares santos conquistados por los musulmanes, permitieron a los estados de Occidente la realización de uno de los mayores emprendimientos de la cristiandad medieval, las Cruzadas, que sirvieron para ampliar los límites del poder europeo, instituir el comercio mediterráneo y aliviar la presión musulmana sobre el imperio bizantino. Al final del siglo XI, el papa Urbano II autorizó la primera cruzada, cuyo resultado fue la conquista de Jerusalén por los cristianos. Durante los siglos XII y XIII se realizaron nuevas cruzadas y se fundaron diversos reinos cristianos en Oriente Medio, pero todos ellos acabaron por caer en poder de los turcos otomanos. Como parte de la expansión territorial de Europa, cabe destacar la colonización germánica en el este del continente y el avance de la Reconquista en España. Todos esos emprendimientos, imbuidos de fuerte espíritu religioso, provocaron la aparición de las órdenes de caballería.
En Alemania, la idea de formar un imperio universal cristiano y la presión demográfica fueron las causas de la Marcha hacia el Este (Drang nach Osten) de los siglos XII y XIII. Los emperadores alemanes protegían a los reyes polacos y ayudaron a convertir al cristianismo a los habitantes de Prusia. De esa manera, en la primera mitad del siglo XIII, la Orden Teutónica comenzó la campaña para evangelizar a los prusianos que tuvo como consecuencia la creación de un Estado alemán en su territorio.
En 1241, los mongoles invadieron el sur de Polonia, pero fueron detenidos por las tropas de Enrique II de Silesia. La destrucción causada por los mongoles obligó a los sucesores de Enrique II a permitir la inmigración de campesinos y artesanos alemanes para reconstruir la economía. La influencia alemana representaba un peligro para la independencia de Polonia hasta el siglo XIV, su unión con Lituania permitió a la dinastía Jaguellón neutralizar a los alemanes y recuperar Gdańsk Pomerania. La Hungría, después de la invasión mongol (1241-1242), fue víctima de la penetración germánica hasta que la dinastía de los Ángeles alcanzó el poder entre 1308 y 1382. Al igual que los mongoles, los turcos representan una amenaza peligrosa para el país, cuyo rey, Luis I el Grande fue derrotado en 1363. Polonia y Hungría formaron una unidad política a partir de 1440, la segunda en 1458, pero recuperó su independencia con Matías Corvino. En España, las monarquías cristianas continuaron su avance en los reinos musulmanes, que culminó en 1492 con la conquista de Granada. En la Edad Media, las coronas de Castilla y Aragón vivieron una época dorada, tanto económica como culturalmente.
En el siglo XII, las monarquías europeas comenzaron a imponer su autoridad sobre los señores feudales, aliándose para ese fin a la burguesía urbana. Los Estados monárquicos adoptaron nuevas instituciones políticas, las cortes o Parlamentos, que aprobaron las leyes e impuestos sobre el reino. En Francia, los Capetos, apoyados por los burgueses, lanzaron las bases del poder monárquico, principalmente durante el reinado de Felipe II de Francia, que practicó una política de centralización y expansión de la corona en los ducados independientes.
En Inglaterra, Enrique I y Enrique II conquistaron amplias prerrogativas a la corona. En el siglo XIII se redactó la Carta Magna, la primera expresión de la base institucional para el que se regula la monarquía inglesa y se somete al poder del Parlamento. En la segunda mitad del siglo XII, el emperador alemán Federico I Barbarroja impuso su poder para el papado en Roma. Sin embargo, al final del siglo, el papa Inocencio III logró afirmar la supremacía de la iglesia espiritual de todos los reinos cristianos. La consolidación del poder se vio favorecido por la reforma promovida por el monacato cisterciense, especialmente por San Bernardo de Claraval.
La vida religiosa se había extendido a las ciudades y municipios a través de las órdenes mendicantes. Los franciscanos predicaron el ideal de pobreza y humildad entre las clases populares, mientras que los dominicanos están ocupados principalmente la enseñanza y el estudio de la teología en las universidades. Estas instituciones educativas, que surgen inicialmente como grupos de profesores y estudiantes independientes de la antigua monástica y las escuelas episcopales, jugaron un papel importante en el desarrollo y la difusión de la cultura. La recuperación de la filosofía aristotélica motivó la aparición de la escolástica, la doctrina filosófica y teológica sistematizada por Santo Tomás de Aquino.
El arte gótico fue la expresión estética de la Edad Media. La invención del arco apuntado y la bóveda de crucería, con el apoyo de arbotantes y contrafuertes, permitió la construcción de catedrales gigantescas y grandes, capaces de acomodar a un número mucho mayor de personas que las viejas iglesias románicas.
Durante el siglo XIV en Europa se desató una profunda crisis económica, social y espiritual. Una sucesión de malas cosechas, a consecuencia del cambio climático, traía el hambre a una población que superó con creces las posibilidades productivas del sistema feudal. Hubo numerosas revueltas campesinas contra los señores, mientras en las ciudades los trabajadores pobres de los gremios se rebelaban contra los ricos comerciantes y los maestros artesanos reunidos en los patriciados que dominaban el gobierno urbano. Las destrucciones provocadas por esas revueltas se juntaron a los daños causados por las guerras promovidas por los señores feudales con el propósito de recuperar el poder perdido. También la Guerra de los Cien Años, entre Francia e Inglaterra, provocó gran devastación y obligó a muchos campesinos a abandonar sus tierras.
El hambre favoreció la propagación de la gran peste que asoló la población en 1348. Las sucesivas olas de la epidemia durante la segunda mitad del siglo, reducido a un tercio de la población europea total. La crisis espiritual se manifiesta en el cisma de Occidente, durante la mayor parte del siglo XIV; la iglesia permaneció dividida entre Aviñón y Roma, y el surgimiento de los movimientos místicos y reformadores que predicaron el rescate de la pureza de la moral cristiana.
Una vez que la crisis ha terminado, el siglo XV surgió como un período de transición a nuevas condiciones sociales, económicas, políticas y culturales. Con el debilitamiento de la sociedad feudal y la estructura de los gremios, la artesanía y el comercio alcanzaron mayor libertad para adoptar fórmulas que, poco a poco, configurarían el modelo de producción capitalista. Las monarquías, específicamente la británica, francesa y española, reforzaron su poder con la creación de ejércitos permanentes y aparatos burocráticos, adquiriendo un carácter autoritario que prenunciaba la aparición del aparato de estado de la Edad Moderna.
La toma de Constantinopla por los turcos otomanos en 1453, marcó el fin del comercio con el Mediterráneo oriental. La burguesía europea se vio obligada a buscar nuevas rutas comerciales hacia el oeste, lo que contribuyó al avance de las técnicas de navegación y permitió a descubrimientos importantes. Al mismo tiempo, el rechazo de la cultura medieval y la búsqueda de las fuentes originales de arte y pensamiento clásico llevarían a la aparición de una nueva forma de ver la vida y las formas estéticas. Del legado medieval y la recuperación de la cultura grecolatina llegó el Renacimiento. El Renacimiento se convirtió en el símbolo de la ciencia y la razón en una floreciente Italia.

Formación del Sacro Imperio Romano Germánico

Recibe el nombre de Sacro Imperio Romano Germánico a la unión de algunos territorios en el centro de Europa durante la Edad Media y Edad Moderna.
Sacro Imperio Romano
En el año 476 d. C. el Imperio Romano atravesó muchas luchas que, en consecuencia, llevó a su caída final. Además, el declive económico por la inflación promovida por los emperadores durante la crisis del siglo III y el desgaste cultural generado por la naturalización de los bárbaros, llevaron a Roma a ser invadida por los hérulos, pueblo germánico con origen en el sur de Escandinavia.
Fue entonces cuando el Estado decidió intervenir mediante la creación de cesaropapismo, el sistema de relaciones en las que se daba la competencia de regular la doctrina, disciplina y organización de la sociedad cristiana. El fin del Imperio Romano terminó con el control de la iglesia por el estado en el Oeste, que se había fortalecido con el tiempo.
En el año 919 d.C, Germania fue invadida por los bárbaros húngaros. Los alemanes pidieron ayuda a los carolingios, pero no tuvieron éxito. En el año 936 d. C., Oton I fue nombrado emperador. Junto con los grandes terratenientes lograron expulsar a los invasores. Su victoria sobre los húngaros trajo un enorme prestigio y, en el año 96 d.C, el papa Juan XII le dio la coronación imperial.
A fin de evitar nuevas invasiones desde el sur, los alemanes se unieron a los italianos desde el norte. Los alemanes invadieron el norte del sur de Alemania y el norte de Italia, formando el Sacro Imperio Romano Germánico. A pesar del nombre, la ciudad de Roma no fue incluida en las ciudades dominadas durante el Imperio.

Visigodos

Los visigodos eran una de las dos ramas que dividían a los godos, un pueblo germánico originario de Europa del Este, siendo el otro los ostrogodos. Ambos eran tribus germánicas que invadieron el Imperio Romano en el período de la migración o invasión.
Visigodos
Después de la caída del Imperio Romano de Occidente, los visigodos tuvieron un papel importante en Europa en los 250 años que siguieron, sobre todo en la Península Ibérica, donde reemplazaron a la dominación romana de Hispania, reinando desde el 418 hasta el 711, cuando la invasión musulmana sustituiría el reino visigodo por Al-Andalus.Los rastros visigodos en España y Portugal incluyen varias iglesias en crecimiento y descubrimientos arqueológicos, así como una gran cantidad nombres y apellidos que han dejado a éstas y otras lenguas romances.
Los visigodos fueron el único pueblo interesado en la fundación de ciudades en Europa occidental tras la caída del Imperio Romano y antes del Imperio Carolingio. El mayor legado de los visigodos fue el Derecho visigótico, con el Liber iudiciorum, código legal que formó la base de la legislación utilizada en la generalidad de la Iberia cristiana durante siglos después de su reinado, hasta el siglo XV, a fines de la Edad Media.

Saqueo del Imperio Romano

Los visigodos surgieron como un pueblo distinguido en el siglo IV, en un principio en los Balcanes, donde participaron en varias guerras con los romanos, y en última instancia, avanzando a través de Italia y el saqueo de Roma, bajo el mando de Alarico I (gótico Allareiks ‘rey de todos’), en el año 410.
Este pueblo conquistó Dacia en el siglo III, la provincia romana situada en el centro-este de Europa. En el siglo cuarto, bajo la amenaza de los hunos, el emperador bizantino Valente concedió refugio al sur del Danubio, pero la arbitrariedad de los funcionarios romanos les llevó a la revuelta.
Penetraron en los Balcanes y en el 378 aplastaron al ejército del emperador Valente cerca de la ciudad de Adrianópolis. Cuatro años más tarde, el emperador Teodosio I el Grande fue capaz de establecerlos en los límites de la península balcánica. Se volvieron federados del imperio, es decir, aliados, y les dio posición destacada en la defensa.
Los visigodos prestaron una ayuda eficaz a Roma hasta el 395, cuando comenzaron a migrar hacia el oeste. En el 401, liderados por Alarico I, los visigodos rompieron sus lazos con los romanos, entraron en Italia e invadieron la llanura Padana, pero fueron repelidos por los romanos. En el 408, atacaron por segunda vez y llegaron a las puertas de Roma, que fue tomada y saqueada en el 410.
En los años siguientes, el rey visigodo Ataúlfo se estableció con su pueblo, en el sur de la Galia (hoy Francia) e Hispania (Península Ibérica) y, en el 418, firmaron con el emperador bizantino Constancio un tratado por el cual se fijaron los visigodos como federados (aliados) en la Galia.
Se formó así el Reino Visigodo de Tolosa (sur de Francia en la actualidad). La monarquía visigoda se consolidó con Teodorico I, que se enfrentaron a los hunos de Atila en la Batalla de los Campos Cataláunicos. En el 475, el rey visigodo Eurico se declaró independiente del Reino visigodo de Tolosa, que incluía la mayor parte de la Galia e Hispania.
Su reinado fue muy beneficioso para el pueblo visigodo: más allá de la política y el trabajo militar, Eurico llevó a cabo una tarea monumental para recopilar las leyes legislativas de los visigodos, por primera vez, plasmadas en el Código de Eurico.
Le sucedería su hijo, Alarico II, carente de las habilidades políticas de su padre. En consecuencia, los visigodos enfrentaron la pérdida de casi todas las áreas de la Galia en el año 507. Sin defensa, los visigodos se vieron obligados a trasladar su reino a Hispania donde floreció el reino visigodo de Toledo.
El reino visigodo en la Península Ibérica quedó durante algún tiempo bajo el dominio de los ostrogodos en Italia, pero pronto recuperó su vieja naturaleza. Hasta obtener el control sobre toda la península Ibérica, los visigodos enfrentaron a suevos, alanos y vándalos (grupos de guerreros germanos que habían ocupado la región desde antes de su llegada).
La unidad del reino vería sus días contados en el 711 con la invasión musulmana desde el norte de África, que reemplazaría el reino visigodo por Al- Andalus.

Imperio bizantino (Resumen)

Después de la caída del último emperador romano de Occidente en el 476, depuesto por los bárbaros germánicos, el Imperio de Occidente dejó de existir. Sin embargo, su homólogo oriental sobreviviría por casi un milenio.
La supervivencia del Imperio Romano de Oriente o Imperio Bizantino –nombrado así por Bizancio, el antiguo nombre de la ciudad de Constantinopla –se explica por el mantenimiento del comercio internacional en las manos de los bizantinos y la preservación Constantinopla como uno de los terminales de rutas procedentes de Asia. A pesar de la expansión islámica, responsable de una considerable reducción del territorio dominado, el Imperio Bizantino había logrado mantener su economía. El comercio le propició la renta necesaria para mantener un ejército vivaz y todavía expresivo.
Después de las invasiones bárbaras, el Occidente latino fue parcialmente germanizado, mientras que el Oriente se mantuvo unido a la cultura griega y al orientalismo.
El Imperio Romano de Oriente en tiempos de Justiniano - Siglo VI

El gobierno de Justiniano

El imperio bizantino alcanzó la cima de su esplendor con Justiniano (527-565). Ambicioso, aliado al ámbito mercantil, llevó a cabo la reconquista del antiguo Imperio Romano de Occidente. Para ello, organizó un gran ejército y una poderosa flota.
Las conquistas de Justiniano pretendían preservar la base económica del Imperio de Oriente y restaurar la unidad del Imperio Romano. Las relaciones comerciales entre las ciudades del contorno mediterráneo fueron activadas desde las victorias del general bizantino Belisario, que gobernó Egipto y su gran producción de trigo. El avance militar continuó bajo el liderazgo de la autoridad de Belisario y de otro general competente, Narsés, acabando con el reino vándalo del norte de África y el reino de los ostrogodos en Italia. El límite máximo de ocupación y reconquista bizantina fue el sur de la península Ibérica, tomada por los visigodos.
Pero el mantenimiento de un imperio formidable exigió grandes sacrificios. Por otro lado, las victorias en el Oeste fueron comprometidas por algunas derrotas contra los persas en las fronteras orientales. En consecuencia, después de la muerte de Justiniano, el Imperio Bizantino se vio obligado a abandonar gradualmente las regiones conquistadas, incluyendo la pérdida territorios que eran propios, fuera en Oriente Próximo (para los árabes), como en la península Balcánica (para los eslavos).

El Código de Justiniano

Justiniano se preocupó por la codificación del Derecho Romano. Así nació el Corpus Juris Civilis, preparado por una comisión de juristas designados por Justiniano. En este trabajo jurídico, todo el derecho romano se revisó, se corrigieron las omisiones y las contradicciones fueron eliminadas. El jurista Triboniano dirigió la obra, lo que resultó en la liberación de un cuerpo de leyes, dividido en cuatro partes: Código, Digesto, Instituciones y Novelas. Este trabajo sobrevivió al Imperio Bizantino, sirviendo de base para casi toda la legislación moderna.

La revuelta de Nika

En el reinado de Justiniano ocurrió un levantamiento popular importante, fiel reflejo de la explotación económica y opresión sufrida por las capas sociales inferiores. El pretexto para la insurrección surgió en el Hipódromo de Constantinopla, donde los bizantinos acompañaban con fervoroso interés las disputas entre los equipos de los Verdes y Azules.
La proclamación de una victoria dudosa en una carrera, provocó un motín que rápidamente se convirtió en rebelión. Los insurgentes marcharon contra el palacio imperial gritando «Nike» (trad. Victoria), de ahí el nombre dado a la sedición. El movimiento fue aplastado gracias a la energía de la emperatriz Teodora.

La religión en el Imperio Bizantino

En el Imperio Romano de Oriente, la autoridad temporal –es decir, política –, ejercida por el emperador, era superpuesta a la autoridad espiritual –es decir, religiosa –del patriarca de Constantinopla, que se tradujo en la sumisión de la Iglesia del Estado (cesaropapismo).
El Imperio Bizantino tuvo una vida religiosa vibrante en las disputas doctrinales que con el tiempo llegaron al extremo de la guerra civil. Justiniano defendió la ortodoxia cristiana con firmeza, luchando contra dos tendencias herejes contemporáneas: en Oriente, el arrianismo y, en el este, el monofisismo (este último con el apoyo de la misma emperatriz Teodora, esposa de Justiniano). Ambas herejías negaron la existencia en Cristo de una doble naturaleza – divina y humana.
En el siglo VIII, irrumpió en Constantinopla el movimiento iconoclasta. Su inspiración fue el emperador León III, quien prohibió la adoración de imágenes y ordenó que fueran destruidas. Los partidarios del culto sufrieron una persecución violenta, pero las imágenes terminaron siendo reintroducidas finalmente en las iglesias.
Con el tiempo, se volvió cada vez más difícil para el Papa (obispo de Roma) imponer su autoridad sobre la Iglesia de Oriente. La crisis alcanzó su punto máximo en 1054 cuando el patriarca de Constantinopla, con el apoyo del emperador bizantino, se negó a continuar haciendo lo que la autoridad papal oficial dictaminaba. Esta ruptura, conocida como Cisma, dio lugar a la Iglesia Católica Ortodoxa, cuya doctrina es básicamente idéntica a la Iglesia Católica Romana, aunque hay diferencias en el ritual y la organización eclesiástica.

La crisis del Imperio Bizantino

Los sucesores de Justiniano se mostraron incapaces de mantener su vasto patrimonio. Además de las divisiones religiosas, los conflictos políticos y los golpes de Estado dañaron a toda una civilización. Las conquistas del oeste fueron abandonadas poco a poco. La corrupción administrativa era común y el caos económico liberó fuertes tensiones.
Heraclio (610-641) fue el último gran emperador bizantino. Cuando ascendió al poder, los persas habían invadido Siria, capturado Jerusalén y conquistado Egipto, lo que socava negativamente las rutas comerciales y fuentes de abastecimiento de los bizantinos. Heraclio tomó la ofensiva y retomó las áreas perdidas, empujando al enemigo a la parte posterior del río Eufrates.
Después de Heraclio, el Imperio Bizantino vivió una larga. En el siglo VII la expansión árabe sacudió el Medio Oriente, comprometiendo regiones que van desde Persia hasta el Estrecho de Gibraltar. Palestina, Siria y el norte de África se habían perdido definitivamente. Mientras tanto, las migraciones eslavas causaron agitación en los Balcanes y los búlgaros se establecieron al sur del Danubio.
En los siglos posteriores Constantinopla lucho constantemente por su supervivencia. Búlgaros, árabes, mongoles y turcos selyúcidas atacaron el imperio en crisis, pero su capital aún mantenía una vitalidad económica increíble. En 1204, los caballeros de la Cuarta Cruzada saquearon la ciudad y fundaron un breve Imperio Latino de Oriente. Sin embargo, el Imperio Bizantino logró superar esa vicisitud, aunque cada vez más debilitado.
El final llegó en 1453 cuando los turcos otomanos, bajo las órdenes del sultán Mohamed II, finalmente conquistaron la legendaria ciudad de Bizancio. El último emperador, Constantino XI, murió frente al enemigo.

Conclusión

La supervivencia del Imperio Bizantino durante todo el período medieval mantuvo el bastión cristiano en Oriente, a pesar de los ataques de los persas, los eslavos y musulmanes durante un prolongado tiempo.
La actividad de los barcos y los comerciantes bizantinos garantizó para Constantinopla un esplendor envidiable, con un fabuloso tesoro artístico dotado de templos, pinturas, esculturas y mosaicos. Fue también el Imperio Bizantino responsable de la preservación del acervo cultural grecorromano. Así, el Imperio Romano de Oriente formó el gran puente entre la Antigüedad y la Edad Moderna.

domingo, 9 de junio de 2013

Las invasiones bárbaras

fechas historia de Roma

Occidente asediado

La división del Imperio en dos mitades, a la muerte de Teodosio, no puso fin a los problemas, sobre todo en la parte occidental. Burgundios, Alanos, Suevos y Vándalos campaban a sus anchas por el Imperio y llegaron hasta Hispania y el Norte de África.
Los dominios occidentales de Roma quedaron reducidos a Italia y una estrecha franja al sur de la Galia. Los sucesores de Honorio fueron monarcas títeres, niños manejados a su antojo por los fuertes generales bárbaros, los únicos capaces de controlar a las tropas, formadas ya mayoritariamente por extranjeros.
El año 402, los godos invadieron Italia, y obligaron a los emperadores a trasladarse aRávena, rodeada de pantanos y más segura que Roma y Milán. Mientras el emperador permanecía, impotente, recluido en esta ciudad portuaria del norte, contemplando cómo su imperio se desmoronaba, los godos saqueaban y quemaban las ciudades de Italia a su antojo.

El saqueo de Roma

En el 410 las tropas de Alarico asaltaron Roma. Durante tres días terribles los bárbaros saquearon la ciudad, profanaron sus iglesias, asaltaron sus edificios y robaron sus tesoros.
La noticia, que alcanzó pronto todos los rincones del Imperio, sumió a la población en la tristeza y el pánico. Con el asalto a la antigua capital se perdía también cualquier esperanza de resucitar el Imperio, que ahora se revelaba abocado inevitablemente a su destrucción.
Los cristianos, que habían llegado a identificarse con el Imperio que tanto los había perseguido en el pasado, vieron en su caída una señal cierta del fin del mundo, y muchos comenzaron a vender sus posesiones y abandonar sus tareas.
San Agustín, obispo de Hipona, obligado a salir al paso de estos sombríos presagios, escribió entonces La Ciudad de Dios para explicar a los cristianos que, aunque la caída de Roma era sin duda un suceso desgraciado, sólo significaba la pérdida de la Ciudad de los Hombres. La Ciudad de Dios, identificada con su Iglesia, sobreviviría para mostrar, también a los bárbaros, las enseñanzas de Cristo.

Fin del Imperio Romano de Occidente

Finalmente, el año 475 llegó al trono Rómulo Augústulo. Su pomposo nombre hacía referencia a Rómulo, el fundador de Roma, y a Augusto, el fundador del Imperio. Y sin embargo, nada había en el joven emperador que recordara a estos grandes hombres. Rómulo Augústulo fue un personaje insignificante, que aparece mencionado en todos los libros de Historia gracias al dudoso honor de ser el último emperador del Imperio Romano de Occidente. En efecto, sólo un año después de su acceso al trono fue depuesto por el general bárbaro Odoacro, que declaró vacante el trono de los antiguos césares.
Así, casi sin hacer ruido, cayó el Imperio Romano de Occidente, devorado por los bárbaros. El de Oriente sobreviviría durante mil años más, hasta que los turcos, el año 1453, derrocaron al último emperador bizantino. Con él terminaba el bimilenario dominio de los descendientes de Rómulo.

La Caída del Imperio Romano

El Imperio Romano dominó el mundo occidental durante siglos, llevando progreso, cultura y bienestar económico y social a los pueblos bárbaros de Europa, sirviendo de puente entre las culturas de Oriente y Occidente. El Imperio Romano ha creado nuestra civilización occidental y cientos de años después de su desaparición seguimos siendo sus hijos, culturalmente hablando. Este poderoso imperio cayó tras sufrir la invasión de hordas de pueblos germánicos del norte de Europa, los cuales conquistaron las provincias del Imperio y finalmente la propia Roma. Pero esta invasión solo era el punto final de un largo periodo de decadencia, las verdaderas causas de la caída del Imperio Romano fueron más complejas que las invasiones bárbaras. En este artículo expondré las verdaderas causas de la desaparición del Imperio Romano de Occidente y por qué hasta nuestros días se han ocultado.

El Imperio Romano llevó la luz al mundo occidental, nunca antes el ser humano había vivido épocas tan prósperas económica, social y culturalmente y, tras su caída, se tardaría siglos en volver a tener un progreso semejante. Las causas de su caída no son solo de carácter militar, sino de carácter económico, social y, sobre todo, religioso. Los invasores bárbaros se encontraron con un Imperio roto por dentro, con una población hastiada, que en muchas ocasiones se ponía del lado de los invasores, facilitándoles la conquista.
Pero antes de detallar las causas de la caída del Imperio Romano hay que aclarar varios errores históricos sobre el tema: La históricamente denominada “Caída del Imperio Romano” se refiere únicamente a la pérdida de su parte occidental en el año 476 dC, pero ese no fue el fin del Imperio Romano, pues el Imperio Romano Oriental (denominado Imperio Bizantino) perduró hasta la caida de Constantinopla(Bizancio) a manos del Imperio Turco en 1453.
Los historiadores occidentales, desde un punto de vista eurocentrista, han considerado erróneamente que la caída de Roma era la caída del Imperio Romano, pero eso es mentira, ya que su parte oriental perduró hasta el fin de la Edad Media.
Además de eso, los historiadores eurocentristas inventaron el nombre de “Imperio Bizantino” para referirse al Imperio Romano de Oriente, quitándole su legitimidad por motivos políticos y dando el título de Sacro Imperio Romano al reino de Carlomagno y sus herederos. Resumiendo, podemos decir que el Imperio Romano como tal, finaliza en 1543 tras la toma de Constantinopla por parte de los turcos. En el año 476 sólo finalizó el Imperio Romano de Occidente y es esta la caída que a continuación desarrollaré.
El Imperio Romano fue fundado por el “imperator” Octavio “Augusto”, sobrino y sucesor del dictador romano Julio Cesar, que tras derrotar a su rival Marco Antonio en la batalla de Actio, en el 30 aC, se alzó finalmente con el poder absoluto en el 27 aC. Octavio se convertiría en dictador de Roma y su imperio, haciendo realidad el sueño de Julio Cesar, el imperator tendría un poder absoluto, pero siempre bajo la ficción de servir a Roma y sus instituciones.
Octavio creó un prospero imperio a partir de la corrupta república romana, reformando la administración de las provincias, impulsando la economía y el comercio. Finalmente, tras derrotar a los guerreros Cantabros, Octavio cerrará las puertas del templo de Jano e instaurará la “Pax Romana”, una época de paz y prosperidad económica que durará 200 años. Todo el mundo occidental estaría unido por una moneda, un idioma y una cultura, siendo una de las épocas más benignas de la historia mundial (jamás volvió a existir un periodo de paz y prosperidad tan largo).
Pero este imperio culto, pacifico y tolerante con todos los cultos religiosos entraría en crisis y se desmoronaría finalmente por varios motivos de orden político, religioso, social y económico. La primera herida mortal para el imperio fue la denominada “crisis del siglo III dC”, una crisis económica, social y política, generada por la fuerte inflación, las constantes guerras civiles entre generales por coronarse emperadores y la llegada de los primeros bárbaros.
La “Pax Romana” había generado una reducción de ingresos en el Imperio, ya que no se emprendieron guerras de conquistas y los soldados enemigos no podían pasar a enriquecer el próspero negocio de esclavos. En el siglo III se notó esta falta de ingresos de conquista y la disminución de los esclavos, piezas claves para una economía esclavista como era la economía romana. A todo esto se unió un descenso en la producción minera de metales preciosos, ya que muchas minas se agotaron.
Esta reducción de ingresos no fue advertida a tiempo por los emperadores de la dinastía de los Severos, los cuales despilfarraban enormes cantidades de dinero. Cuando se dieron cuenta de que sus ingresos se reducían, se les ocurrió la idea de emitir moneda con menor cantidad de metal precioso, lo que les permitiría emitir más moneda con la misma cantidad de metal. Pero esta estupidez generó una terrible crisis monetaria, la moneda se devaluó enormemente y con ella se devaluaron los ingresos del imperio por concepto de impuestos.
El estado, para poder resistir la tremenda inflación que creó, tuvo que empezar a cobrar los impuestos en grano. La crisis económica afectó a todo el Imperio, ya que estaba ocasionada por un problema monetario, y todas las provincias del Imperio tenían la misma moneda. Esta crisis generó que numerosos campesinos se arruinaran y emigraran a las ciudades en busca de trabajo, generando superpoblación en muchas de ellas, lo que a su vez generó epidemias por la falta de higiene y un considerable aumento de los asesinatos y robos. Por otro lado los caminos se fueron volviendo peligrosos por la conversión de numerosos campesinos pobres en bandoleros que asaltaban las caravanas comerciales.
A la crisis económica se unió la crisis política, ya que el eficiente emperador Alejandro Severo fue asesinado en Maguncia en el 235 dC. Sus propias tropas se amotinaron y le dieron muerte, al ver que el emperador daba valiosos tesoros a los germanos en busca de paz, mientras ellos se morían de hambre defendiendo a su patria. Este asesinato generó una terrible anarquía militar, los generales del Imperio se mataban entre ellos como perros rabiosos en busca de ser coronados emperadores.
Entre los años 238 y 285 dC pasaron por el trono imperial 19 generales. Estos generales no duraban mucho en él debido a las constantes rivalidades y a que no contaban con el apoyo del senado romano, el senado era quien controlaba el dinero y por ende el poder político, solo con su apoyo se podía gobernar Roma.
El caos militar generó que las fronteras del imperio quedaran abiertas, ya que las tropas abandonaban sus guarniciones para participar en las constantes guerras civiles. La ausencia de tropas provocó que los primeros pueblos bárbaros invadieran pacíficamente varias provincias, asentándose en ellas a vivir.La situación se agravó más con la escisión de varias provincias, que se declararon independientes, como la Galia y el reino de Palmira.
La crisis del Imperio fue aprovechada por sus enemigos del Imperio Sasánida en Oriente y de los Sármatas en la frontera del río Danubio, que atacaron el Imperio Romano.
El Imperio Romano estaba herido de muerte, pero milagrosamente no murió en el siglo III, gracias a la llegada al poder del emperador Diocleciano en el año 284 dC. Diocleciano se dio cuenta de que por si solo no podría resolver los graves problemas del Imperio, por ello repartió el poder con el general Maximiano, a quien nombró “augusto”, encargándole la administración de las provincias occidentales de Italia, Hispania y África. A su vez los dos “augustos”, Diocleciano y Maximiano, nombraron “cesares” a los generales Galerio y Constancio Cloro, formando así una tetrarquia (gobierno de cuatro) con la que regir eficazmente el vasto Imperio.
Cada uno de los tetrarcas se encargó de gobernar una zona del Imperio, resolviendo los problemas de ella. Galerio, encargado de la zona oriental, expulsó del Danubio a los invasores godos y sármatas y en el 298 arrasó a los persas sasánidas.
Diocleciano por su parte pacificó Egipto, una zona vital para el Imperio, ya que de ahí venía casi todo el grano que usaba (Egipto era apodado “el granero de Roma”). Constancio se encargó de recuperar Britania y de contener las invasiones en la frontera del río Rhin. Por último Maximiano pacificó el norte de África, asegurando la frontera sur del Imperio.
Estos éxitos militares fueron complementados con una reforma total del ejército; Diocleciano creó a los “Limitanei”, ejércitos de frontera que se asentarían permanentemente en ellas para tenerlas siempre defendidas, y a los “Comitatenses”, un ejército móvil, formado con tropas de elite, bien armadas y equipadas, que acudirían rápidamente a enfrentarse con cualquier invasor que rebasara a los Limitanei.
Para paliar la crisis económica, Diocleciano se dedicó al titánico esfuerzo de resolver la crisis monetaria, estableciendo el oro como patrón monetario en vez de la devaluada plata. Además de esto, Diocleciano prohibió a los campesinos abandonar sus tierras, con lo cual ellos y sus descendientes quedarían fijados al terreno permanentemente. Por último el emperador creó un edicto mediante el cual el estado fijaría los precios de todas las mercancías, ya fueran en su estado de materias primas o manufacturadas. En definitiva, Diocleciano creó un estado absoluto y totalitario como remedio para la terrible anarquía que asolaba el Imperio.
Tras su muerte se desatarían nuevas guerras civiles por controlar el trono romano. Finalmente, el general Constantino se alzó con el poder en el 312. Constantino fortaleció la parte oriental del imperio, sobre todo la ciudad que lleva su nombre, Constantinopla. Este impulso de Constantino a la zona oriental permitirá que, tras la caída de Roma, la parte oriental pueda sobrevivir, convirtiéndose Constantinopla en la nueva capital del Imperio Romano.
La crisis política generada por las continuas guerras civiles había desgastado al Imperio para siempre, los emperadores carecían del carisma de sus antepasados y en vez de ganarse el cariño del pueblo como hacían sus antepasados lo sometían cruelmente. El emperador había pasado de ser el primer ciudadano a convertirse en un ser divinizado, un tirano con poder absoluto, al que sus súbditos ya no podían mirar a la cara.
El 9 de agosto del año 378 el emperador Valente murió masacrado junto a 40.000 de sus 60.000 legionarios a manos de los invasores visigodos en la batalla de Adrianópolis. Esta batalla fue decisiva pues en ella se puso de manifiesto que la infantería romana era claramente inferior a la caballería goda. Esto supuso el fin del predominio del ejército romano.
A partir de entonces Roma debería contratar tribus bárbaras para defenderse. Pero los bárbaros, a cambio de defender el Imperio, exigirían ser instalados en las mejores tierras de las provincias romanas. El emperador Teodosio no vio otra forma de supervivencia y otorgó a estos bárbaros el status de “federados del Imperio” y, tras “cristianizarlos”, los instaló en varias zonas de Italia y Galia. Estos enormes continentes humanos que se asentaron en el Imperio no chocaron culturalmente con la población autóctona de las zonas donde se asentaron sino todo lo contrario.
La población campesina, empobrecida, atada a la tierra y sometida a continuos abusos por parte de los cobradores de impuestos, vio en estos nuevos pobladores bárbaros una esperanza de liberación, pues los bárbaros no aceptaban la disciplina romana y vivían en sociedades de hombres libres.
Ante el acoso de los problemas internos y externos y viendo el principio del fin, Teodosio separó el Imperio en dos partes en 395, el Imperio de Occidente y el Imperio de Oriente, con la secreta esperanza que por lo menos una de las dos mitades sobreviviera el caos que se acercaba. Además de eso, Teodosio nombró a su amigo el general visigodo Estilicón “protector” de su hijo Honorio, emperador de Occidente, con la esperanza de que Estilicón detuviera las invasiones bárbaras. Pero otro caudillo godo, Alarico, no aceptó el servilismo de Estilicón y se rebeló contra el gobierno romano, estallando una guerra civil entre godos en la que los impotentes romanos fueron simples espectadores. La guerra civil permitió que el 31 de diciembre del año 406 los vándalos, suevos y alanos cruzaran imparablemente las abandonadas fronteras del Imperio. Al año siguiente la situación se hizo tan desesperada que las tropas romanas evacuaron Britania para evitar quedar aisladas del resto del Imperio. En el año 410 Alarico saqueó salvajemente Roma durante tres días, siendo la primera vez en 800 años que una tropa extranjera tomaba la ciudad eterna.
Ese saqueo fue el último golpe para el moribundo Imperio. Los visigodos, que aprovechando el caos habían tomado Galia e Hispania, formando un reino independiente de Roma, tomaron África en el año 431. Para agravar la anárquica situación, las hordas de hunos de Atila salieron de las estepas rusas e invadieron Europa Occidental. Solo la intervención de Aecio, el último gran general romano, les detuvo. Aecio se alió con Teodorico, el rey de sus antiguos enemigos visigodos y derrotó a Atila en la batalla de Chalons en el 451. La prematura muerte de Atila impidió que éste realizara una segunda campaña contra Roma.
Finalmente el Imperio había quedado desgajado a manos de quien debían defenderlo, los propios romanos habían metido al enemigo en casa, ante su propia incapacidad para defenderse. Los visigodos se apropiaron de Galia e Hispania, los vándalos arrebataron África a los visigodos y se asentaron en ella, los burgundios se asentaron en Alemania junto a tribus de sajones. Italia se encontraba “protegida” por el caudillo ostrogodo Odoacro, el cual depuso a Rómulo Augústulo, el último emperador romano, en el año 476. Odoacro envió las insignias imperiales a Constantinopla, acto protocolario mediante el cual se ponía fin oficialmente al Imperio de Occidente, un cadáver muerto en el siglo III, pero que gracias a la energía de sus gobernantes se mantuvo en pie dos siglos más.
El Imperio que sobrevivió a la crisis del siglo III era un imperio feudal, la crisis económica generó que se volviera a la economía de “Trueque”, o intercambio de bienes. Los impuestos se cobraban en grano, la industria se hundió, las ciudades se despoblaron y el campo se organizó en “villas”, lugares donde un señor mantenía un ejército privado para defenderse y defender a los campesinos de la zona.
A cambio de la defensa los campesinos trabajarían gratis las tierras del señor. Esta nueva cultura rural y feudal generó que Roma se despoblara, llegando a tener solo 300.000 habitantes del millón que tenía en sus tiempos de gloria. La crisis política generaba crisis económica y viceversa. El enorme e ineficaz ejército romano gastaba casi todo el presupuesto del estado, desapareciendo la inversión en obras publicas, con lo cual ni siquiera los caminos podían ser reparados. El continuo estado de guerra destruyó a su vez el comercio y las comunicaciones, quedando muchas provincias aisladas del poder central.
El estado romano se volvió un monstruo burocrático y tirano que gastaba en el protocolo imperial montones de oro que eran necesarios para afrontar los graves problemas del Imperio. Los campesinos eran los que más sufrían la tiranía del estado y en la mayoría de las ocasiones acogieron con agrado la llegada de los invasores bárbaros, viéndoles mas como libertadores que como invasores. A veces los mismos campesinos se rebelaban contra las injusticias del emperador.
Los invasores bárbaros no fueron los causantes de la caída de Roma, ya que nunca podrían haber acabado con un Imperio estable, organizado y dinámico. El Imperio Romano se suicidó con sus crisis internas, los bárbaros solo aprovecharon la ocasión para apoderarse de unas tierras llenas de riqueza.
Para finalizar, hay que recordar que, además de las causas citadas, la rica cultura y sociedad romana fue destruida por un enemigo inesperado que actuó desde dentro, un lobo con piel de cordero: el cristianismo. El Imperio de Occidente no solo cayó por la crisis política, militar y económica, sino que el cristianismo, con su intolerancia, generó una terrible crisis social, cultural y espiritual que agravó los demás problemas.
La Crisis del siglo III generó un gran auge del cristianismo, que hasta entonces era una secta minoritaria. Los cristianos ofrecían esperanza en unos tiempos donde la peste, la guerra y los crímenes se cebaban con la sociedad civil. Los emperadores no aceptaban que la secta cristiana pusiera en duda su poder político y acusaron a los cristianos de provocar la ira de los Dioses (la peste era considerada castigo divino) y propagar la peste con sus ritos funerarios (en parte era verdad, ya que no incineraban a sus muertos apestados).
La persecución a los cristianos fue iniciada por el emperador Decio en el siglo III e incrementada por el gran emperador Diocleciano, que vio en los cristianos a sus peores enemigos, ya que destruían la autoridad imperial y generaban revueltas en el seno del ejercito, ya que el cristianismo tenía gran número de seguidores en las filas del ejército. El emperador Constantino se convertirá al cristianismo debido a la ayuda que le prestaron los cristianos en su lucha por el trono. Constantino acabara con la persecución y permitirá que el cristianismo sea igual al resto de religiones imperiales. El gran emperador Juliano, intentó salvar el Imperio, reduciendo la burocracia y llevando al ejército a la victoria, además renegó del cristianismo e intentó devolver a Roma sus costumbres y tradiciones, pero sus generales cristianos no toleraron su conducta y le asesinaron.
Finalmente el emperador Teodosio promulgará el Edicto de Tesalónica en el año 380, un edicto mediante el cual el cristianismo se convertirá en la religión oficial del estado. Esta acción será en gran medida artífice de la destrucción del Imperio Romano, ya que solo los habitantes de las grandes ciudades eran cristianos, los habitantes de las zonas rurales eran partidarios de sus antiguos cultos y rechazaron la implantación forzosa del cristianismo. Los cristianos no se conformaron con ser religión oficial y los obispos obligaron al emperador a promulgar el Edicto de Milán en el año 392, edicto mediante el cual se prohibían los antiguos cultos y se ordena la destrucción de los templos. Al convertirse en religión obligatoria el cristianismo desgajó a la sociedad, fracturando la cultura y tradición romana. Los obispos socavaron el poder del emperador, convirtiéndose en poderosas piezas de la política imperial. Los obispos provenían de la nobleza romana, tenían enormes propiedades, cientos de sirvientes e incluso ejércitos privados y disfrutaban reprimiendo cruelmente a los seguidores de los antiguos cultos que habitaban en las áreas rurales, a quienes llamaban paganos (pagano significa “habitante del campo”).
El cristianismo comenzó en esta época sangrientas persecuciones religiosas que culminaron con el asesinato de cientos de seguidores de las antiguas culturas. A su vez los científicos y filósofos fueron perseguidos a muerte por todo el
Imperio. Ya antes de los edictos de Teodosio, las hordas de fanáticos cristianos destruyeron la biblioteca de Antioquia, quemando los preciados libros en enormes hogueras, y mataron salvajemente a todos los filósofos de la ciudad. En Alejandría fueron quemados la “Biblioteca de Alejandría” y el gran templo de Serapis. Por todas partes los templos fueron arrasados, convertidos en establos e incluso en burdeles. Incluso los juegos Olímpicos fueron prohibidos.
Finalmente casi todos los templos y estatuas fueron destruidos, pocos escaparon a la furia cristiana. Millones de libros científicos y filosóficos fueron quemados. Miles de filósofos, científicos, astrólogos y campesinos murieron salvajemente. Así pues, cientos de miles de ciudadanos del Imperio preferían la llegada de las tribus germanas para escapar de la barbarie desatada por los locos y fanáticos obispos cristianos. Pocos querían defender un Imperio en el que el emperador se había convertido en un tirano, en el que la lenta y costosa burocracia mataba de hambre a los campesinos, en el que los obispos tenían poder absoluto sobre la vida y la muerte, llevando la oscuridad a la luz cultural del Imperio.
El Imperio Romano que sucumbió a las invasiones de germanos era un imperio feudal, preso de sus propios errores y debilidades, con una población que odiaba a sus gobernantes y con emperadores imbuidos en sus falsos sueños de poder absoluto, riquezas inmensas, despilfarro e inmoralidad. Un Imperio que habría hecho revolverse en sus tumbas al gran Julio Cesar y al primer emperador, Octavio Augusto.
Felizmente, el Imperio de Oriente conservó en gran medida la cultura y disciplina romana, y por ello sobrevivió. El Imperio Romano de Occidente se convirtió en un monstruo a raíz de la crisis del siglo III, la verdadera causa de su caída fue que acabó devorándose a sí mismo, acabando con lo más importante del Imperio: la esperanza y los sueños de la gente que lo habita.